lunes, 12 de enero de 2015

Charles-Edouard-Jeanneret nació el 6 de Octubre de 1887 en La Chaux-de-Fonds, situada en el corazón macizo del Jura, en Suiza. (No es de extrañar, pues, que su arquitectura esté profundamente arraigada en la naturaleza, el paisaje, el entorno.) Para nosotros es más conocido por Le Corbusier, pseudónimo tomado en los años 20 del apellido de su abuelo materno que potencia su ambiciosa personalidad, con el que ha pasado a la Historia. Era hijo de un esmaltador de relojes y una pianista. Tuvo una infancia feliz y relajada entre los frondosos bosques y las impresionantes montañas de su pueblo. A los 13 años, dejó la educación primaria para estudiar en la escuela Arts Décoratifs, siguiendo los pasos de su padre para esmaltar y grabar las esferas de los relojes. Su profesor, Charles L’Eplattenier le enseñó historia, dibujo, la estética naturalista del «art nouveau» y le aconsejó que estudiara arquitectura. El interés por el arte lo llevó a dejar la relojería para seguir profundizando en la luz, el color y la decoración.
Su primera vocación fue la pintura, que influyó en el esbozo de sus edificios por sus dibujos puristas, geométricos, naturalistas y orgánicos. A los 20 años diseñó su primera casa, Villa Fallet, y tras ese primer reto viajó durante cinco años por Europa. En Alemania, se familiarizó con los trabajos de Mies van der Rohe, Frank Wright y Gropius y, en París, trabajó en el estudio de Auguste Perret. En 1912, Le Corbusier regresó a La Chaux-de-Fonds para dar clases junto a L’Eplattenier y abrir su propio estudio de arquitectura. Para entonces, se había convertido en uno de los miembros más activos del funcionalismo, movimiento que entendía la arquitectura como una fusión entre la armonía clásica y la funcionalidad de los tiempos modernos.
En 1916, en plena I Guerra Mundial, se instaló en París donde vivió casi dos décadas en un pequeño apartamento alquilado del barrio de Saint Germain-des-Près. Llevaba una vida muy modesta, dedicada a la pintura por las mañanas y a la arquitectura por la tardes.
A raíz de la destrucción ocasionada durante la I Guerra Mundial, en la que millones de personas se quedaron sin hogar, Le Corbusier patentó el sistema «Dom-ino», que consistía en la fabricación de casas en serie en pocas semanas con estructuras de hormigón. El modo de construir también era nuevo: se integraban las ventanas en los armazones, se fijaban las puertas con sus bastidores y se alineaban los armarios-pared. Luego se empezaban a construir los muros exteriores y los tabiques interiores.



Además de como arquitecto, Le Corbusier también triunfó como diseñador. En 1929, presentó en París su colección de muebles «Living Equipment», en la que destacaban sofás, sillas y tumbonas combinados con acero cromado y un tapizado en cuero negro mate o en piel de vaca. Toda una selección de objetos que siguen siendo tendencia en la decoración de interiores.





En 1934, visitó Barcelona y presentó con José Luis Sert el proyecto «Plan Macià», que preveía la destrucción de la mitad de la zona antigua de la capital catalana para crear viviendas en armonía con plazas y avenidas arboladas. Finalmente, no se llevó a cabo, como tampoco se hicieron realidad sus planes de derribar zonas antiguas de otras ciudades como Moscú, París o Argel para levantarlas de nuevo como urbes hipermodernas.




Entre 1942 y 1948, desarrolló el Modulor, un sistema de medidas en las que el arquitecto retomó el antiguo ideal de establecer una relación directa entre las proporciones del hombre –una estatura de 1,75 metros– y los edificios. En 1955, llegó el Modulor II y la altura subió a 1,83 metros. Con la Unidad Habitacional, de Marsella, se puso a prueba este sistema que también se usó para la Casa Curutchet, en La Plata (Argentina).





Como teórico de la arquitectura escribió «Hacia una arquitectura» (1923), «Los tres establecimientos humanos» (1945) y «Cuando las catedrales eran blancas» (1947), donde dejó patentes los cinco postulados básicos que aglutinan su obra: los pilares, la planta libre, los techos-jardín, la fachada libre y la ventana longitudinal. Sus famosas villas en París, Savoye, La Roche y Stein son los mejores ejemplos de esa filosofía. Gracias a la aplicación que hizo de los avances tecnológicos y al hormigón armado, sostuvo construcciones sobre pilares delgados, realizó cubiertas planas, dispuso plantas libres de gruesos muros estructurales y abrió ventanas de gran longitud.


En 1950, cumplió el sueño de construir Chandigarh, la nueva capital del estado indio del Punjab, una ciudad llena de jardines, parques y vías anchas que nada tenía que ver con el trazado laberíntico de otras ciudades indias
Sus obras más importantes son la Casa de Suiza, de la ciudad universitaria de París (1931-1932); la Unidad de Habitación, de Marsella (1947-1952), la iglesia de peregrinación de Nôtre Dame du Haut, en Ronchamp (Francia, 1950-1954) y el monasterio de los dominicos de La Tourette (1957-1960).



Durante los últimos años de su vida, Le Corbusier se recluyó en su retiro espiritual en Roquebrune-Cap Martin, a 2 kilómetros de Mónaco. Solía decir que poseía «un castillo en la Costa Azul que tiene 3,66 metros por 3,66 metros». Al parecer, lo diseñó siguiendo los planes del Modulor. En este pequeño cubo se dedicaba a pintar desnudo, a pensar en soledad, a expresar sus ideas sobre el papel y a idear nuevos proyectos. Muere en una playa cercano a dicho “refugio” el 27 de Agosto de 1965.

Le Corbusier diseñó 400 proyectos, construyó 75 edificios, publicó 40 libros y dejó huella por todo el mundo. Fue uno de los padres del minimalismo y el encargado de dotar de funcionalidad y practicidad a los proyectos. Admirador de Lloyd Wright y amigo de Mies van der Rohe y Walter Gropius. Arquitecto, urbanista, pintor, diseñador, escritor, editor, fotógrafo, cineasta… No hubo una sola disciplina que se le resistiera y donde no pudiera desarrollar esa libertad creativa que siempre lo caracterizó. Un teórico sin miedos, con la mirada puesta en su presente y que supo adelantarse a las necesidades futuras, sabiendo conjugar naturaleza y tecnología en una misma ecuación con un único propósito: hacer la vida más fácil.


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